No como una flor.
Me abro más bien
como la carne de la fruta
lista para romperse en pulpa.
Me abro a tus manos
a tu boca,
a tu pecho
que hace trinchera en mi espalda.
Me rompo al crepitar de este deseo.
Te abrazo,
tu línea me atraviesa,
dolorosa y hermosa
incomprendida y exótica
mía, siempre mía;
y como la fruta,
se sale todo de mi
para hacer río
que desemboca en ella.
No quiero hablar de veranos
quiero el fuego
-imprevisto, agotador-
encendido en mi garganta.
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