martes, 12 de septiembre de 2017

Su voz

Me gusta su voz cuando me arrulla.
Me gusta su voz,
cuando está acerca su boca de mi oído
y se hace indispensable para él, oirla.
Enamorada sí,
entera yo y de cada parte de él;
pero es su voz mi preferida.
Su gravura, su peso.
El que sea inconfundible y a la vez
se pierda entre tantas otras
solo para que yo la encuentre.
Me gusta su voz.
Me embelesa.
Me saca de mi galaxia,
me adormece en otros siglos.
Me muestra los colores
que solo ella ha conocido.
Me ilusiona. Emociona.
Esa voz que siempre fue suya
y que de a ratos es solo mía,
                               me gusta.
A tal punto la estimo,
que he de pasar el dia entero en silencio conmigo,
solo para que su entrada ya gloriosa
solo por el hecho de serlo,
tenga un condimento más de suspenso y acierto.

Me gusta su voz.
Me gusta porque le gusto.
Me gusta porque me busca.
Porque me acierta en el medio del
espíritu armado y listo para la batalla.
Porque su voz me cuenta historias
de amores que van mas allá del poema,
de la rima, del verso y el final de cuento.
Me gusta su voz,
él entero por su puesto,
pero su voz,
-siempre será su voz nombrando cosas
contando el dia
mencionando futuros-
la que desmadre mis manos,
la que apresure mi abrazo.
Mi risa.
Mis ojos.
Mi amor con peros y con fé.
Mi yo misma.
Ese yo entera que solo él ha tenido,
cuerdas vocales mediante.
Me gusta su voz porque le gusto.
Me gusta.


miércoles, 23 de agosto de 2017

Mala noche

Solo por hoy, por esta noche,
quiero dejarme débil.
Quiero no ser digna.
Te pido, te imploro...
Dejame por esta vez
ausentarme de la lista buena;
poné una cruz roja junto a mi nombre
y signos varios de advertencia.
Solo esta vez, es casi una promesa.
Hoy necesito rendirme...
Caerme y no hacer el esfuerzo,
dejarme sangrar.
Llorar.
Ser la víctima que no se salva.
Quiero tropezar fuerte.
Que duela y no consolarme.
Olvidar por un momento breve
la frase hecha y verdadera
de que todo en esta vida "pasa".
Porque si pasa, pues claro que es cierto...
Pero no por eso no ha dolido...
Y hoy quiero que me duela a muerte.
Dejame.
No me veas.
Hoy quiero morir un poco.
Hoy quiero tomar el veneno.
Quiero que el rimel me sangre los ojos...
Y que el moco lo debore todo.
Si, el moco.
Y si llueve, quiero mojarme...
Y si hay tormenta que arrastra barro,
quiero caerme en ese desastre.
Dejame por esta noche ser la victima inconsolable.
No tengo ganas, por una vez,
de tener esperanza.

Ya sabés.
Mañana será otro día.
Mañana habrá pasado todo.
Vos dame solo esta noche y hacé de cuenta que no soy nada.
No atiendas a mi llanto.
No abraces mi nostalgia.
No pronuncies ninguna palabra.
No te preocupes, tampoco eso.
Vos sabes, ya sabés o al menos lo andas olfateando:
La poeta inquieta a veces se aburre
y necesita como droga, multilarme un poco.
Y quiere probarle a la física del alma
que domina un tipo de alquimia
que a todos se les escapa.

No desesperes. Nada pasa...
Soy solo yo,
en mi peor momento,
queriendo parecer sana.







martes, 22 de agosto de 2017

El brindis de la medianoche.

A veces visito el pasado y te acaricio.
Beso con prisa tus párpados jóvenes y
admiro mis manos,
buscando tirar de tu rizos largos.
Fugazmente me veo en tus ojos...
Vuelvo a beber de tu sed
y a reír con esa boca
que hoy mastica, bufa y calla.

Algunas noches como la de hoy,
hay ayeres con tu nombre acechando.
Y tus ojos tienen lenguas
          que lamen heridas abiertas.
Y tu aliento tiene garras,
         que se entierran en tierras sanas.
A veces viajo al pasado
y te acaricio.
Para luego pensarlo mejor
y justificar
esta distancia.
Y comprendo sabiamente que moríamos un poco,
que éramos demasiado.
Argumento que no podíamos,
que no debíamos.

A veces.
Y muchas veces no.
Y cuando no, por suerte estoy lejos del teclado.
Por suerte otra risa me devuelve a mi llanura;
y la primavera parece mejor estación que el verano.
¡Y qué goce que no me tengas!
¡Y qué goce que no seamos!
¡Bravo!
Brindemos...
Bravo.