miércoles, 29 de noviembre de 2023

Abierto

Vení, caete conmigo.

Sobre mí también.

Vení, te invito. 

Tropezá y rompete la boca en mi piel.

Sangrá conmigo. 

Sobre mí si querés.

Después dejá que con mis manos 

te limpie la herida.

Dejá que con mis dedos

te dibuje alas rojas en la espalda.

Vení, acercate,

es preciso si querés escuchar tu nombre

siseando entre mis dientes

después de desperezarse en la punta de mi lengua.

Vení, caete conmigo.

Vení, que ya estoy en el piso

y me duele la panza de tanto reirme.

Vení que estoy llorando poemas

y te quieren comer.

Vení, de panza o de lado,

sobre mí,

conmigo,

adentro de mí.

Vení y movete conmigo. 

Encontremos la posición.

El rincón justo.

El cruce de miradas,

la seriedad repentina.


Te invito. 

Como a una fiesta.

Como a un ritual.


Vení que te abrazo.

Vení que te beso.

Vení que te envuelvo

con los pliegues

translúcidos de mi cuerpo.

Pero vení sincero, amor.

Vení honesto.

Que mi sombra me protege de las mentiras,

que mis pies corren antes

incluso de hacerlo consciente,

que me voy a terminar yendo de nuevo

sin saber por qué

hasta que un día una foto

un pedazo de canción

un fragmento de un libro

me develen el misterio.

martes, 21 de noviembre de 2023

Epílogo

Escapo una vez más de un páramo.

Me desenrosco del tronco viejo y frágil, 

se estira el cuerpo como goma

y avanza entre cardos secos y piedras.

Donde hubo selva, donde hubo animales,

ahora vive el silencio espantoso

después del después del tsunami.

Cada tanto, el eco de un crujido.

Cada tanto, un viento sisea entre unas ramas.


Escapo una vez más de los restos.

Hay cachos de personas que fui en el piso.

Todavía me desenrollo

         -soy larga, grande, pesada-.

Corro los pedazos viejos

con mis pedazos nuevos.


Me voy. Siempre me voy.

Hasta la vuelta.

Hasta que unos ojos como soles,

hasta que una lengua como lluvias,

nutran de nuevo una tierra cualquiera

donde germinen las semillas 

del único fruto

que me alimenta.


lunes, 13 de noviembre de 2023

Después

¿Te acordas cuando no había nada?

El aire gélido,

la tierra quebrada,

la sombra que ocupaba todo,

las lluvias enloquecidas,

los aludes ocasionales,

la sensación de sofoco.

Yo recuerdo lo que recuerdo.

Los animales extinguidos

(sus cueros y huesos),

el camino de flores muertas

(pétalos podridos, cachos de espinas),

los cañones que fueron océanos

(mi diminuta figura perdida en el medio),

los torbellinos de polvo

(la contracción de mis pulmones).


¿Te acordas del día que hubo algo?

Los dedos de un dios

atravesando el cielo

para llegar a la tierra.

El fuego quebrándole la piel

su piel volviéndose partículas

esas partículas haciendo atmósfera.

Sus dedos gigantes llegando al suelo,

para acariciar primero en cruz la tierra seca

antes de hundirlos hasta el fondo.

Su mano, metiéndose entera,

hasta quedar cubierta por completo

-casi hasta el codo-

hasta llegar a la raíz

al barro

al agua.


Yo recuerdo cosas.

Recuerdo lo que hubo antes de todo,

recuerdo el mundo vaciado también.

Recuerdo el día que volvió a vivir.

Nunca nada brilló tanto.