Escapo una vez más de un páramo.
Me desenrosco del tronco viejo y frágil,
se estira el cuerpo como goma
y avanza entre cardos secos y piedras.
Donde hubo selva, donde hubo animales,
ahora vive el silencio espantoso
después del después del tsunami.
Cada tanto, el eco de un crujido.
Cada tanto, un viento sisea entre unas ramas.
Escapo una vez más de los restos.
Hay cachos de personas que fui en el piso.
Todavía me desenrollo
-soy larga, grande, pesada-.
Corro los pedazos viejos
con mis pedazos nuevos.
Me voy. Siempre me voy.
Hasta la vuelta.
Hasta que unos ojos como soles,
hasta que una lengua como lluvias,
nutran de nuevo una tierra cualquiera
donde germinen las semillas
del único fruto
que me alimenta.
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