Una por una repaso tus palabras.
Las nombro con mi boca
queriendo dibujar la tuya.
Quise desarmarlas,
examinarlas con detalle,
entenderlas
y catalogarlas en mis estantes.
En cambio terminé
sorprendida y ruborizada
ante la posibilidad del beso:
Mi boca imitando la tuya
bailando la melodía
de unas palabras idénticas
que en algún lugar
(al otro lado de este)
ya has encomendado a danzar.
Mi boca
la tuya
y movimientos espejados
y sincrónicos
que si recortáramos de la distancia
y los trajéramos a un mismo lugar
¿Acaso quedarían dudas
de la figura que juntas saben formar?
Reviso una vez más nuestras notas.
Entre todas las palabras
profundas
reflexivas
serias
y adultas
había dos bocas que sin ser vistas
siguieron desandando
el camino simple y liviano
de jugar.
Sonrío, mientras te repaso una vez más.
Por un instante el fuego
le guiñó un ojo a la ternura.
Quizá no se pueda desarmar sin desarmarse, es decir, imposible mirar de afuera. El sentido es como un río cálido y denso, húmedo y pegajoso. Y así, como la jungla, sólo se entiende al respirarla. Una bocanada honda. Un inhalar que la hace propia. Respirar para que te respire. Habitar para que te habite. Se lleva viva en el pecho.
ResponderEliminarQuizá también es la preocupación por separar lo que nunca en realidad vino solo. Lo salvaje acecha y muerde, es verdad. Pero lo mismo que muerde también es tierno y juega.
¿Acaso no son dos puntas de lo mismo? ¿Fue alguna vez de otra manera?
La respuesta es obvia: de haber sido así, no tendríamos poesía.
Con usted mis labios sonríen con una autonomía que me desespera... Con usted me quemo, no hay dudas, pero a la vez, no reviviría nunca sin ese fuego. Con usted la ternura es posible, la he adivinado. Como también es posible el momento de absoluto deseo. ¿Querer desarmarlo bajo el microscopio de las certezas? Siempre. ¿Querer correr de a uno los límites de una frontera que nos mantiene alertas? Cada vez. ¿Querer someterme, sin armadura, a las inclemencias de una selva virgen, salvaje, impenetrable? Quizás prefiera (hoy) mi cama mullida y calentita o la seguridad de mi escritorio nuevo.
EliminarMi poeta preferido en el mundo entero, hoy fantaseé con encontrarte, víctima alegre yo, de la casualidad. Estabas en una esquina, yo manejaba sin demasiada habilidad, fiel a mi cartel de principiante, y bajé la ventanilla distraída: nos reconocimos al mismo tiempo y nos regalamos una sonrisa. Marte me dio el empujón y te pregunté hasta donde podía alcanzarte. Estaba claro, como el agua clara, que ibas que subir. Después ya no pude seguir "flashando". Después la realidad del semáforo me devoró el sueño.
Quiero seguir jugando. Te pregunté antes, en algún otro poema, por jirones de poesías que quisieras regalarme y ahí estás, al otro lado del teclado, encendiendo la luz de esta habitación tuya y mía donde nos robamos.
Siguen pasando los años y no me canso.
Estimada poeta de mi deseo:
ResponderEliminarOtra vez, no es necesario abrir abismos ni separar las aguas. Esto fue siempre un mundo de mezclas. De laberintos entrelazados hasta morderse las bocas. De explosiones cósmicas que son a la vez caricias. De nadas que son todo.
¿Quién dice que una selva no habita en una cama mullida? ¿Desde cuándo no hay seguridad en los huracanes que nos susurran las palabras al oído, las mismas que nos tocan?
Sin duda hubiese subido: al viaje, a tu piel, a tu vestido.
Me encantaría que en algún momento probemos otro formato de escritura, más punto a punto, más nuestra. Aunque sólo sea para que circulen palabras y jirones.