Vení, caete conmigo.
Sobre mí también.
Vení, te invito.
Tropezá y rompete la boca en mi piel.
Sangrá conmigo.
Sobre mí si querés.
Después dejá que con mis manos
te limpie la herida.
Dejá que con mis dedos
te dibuje alas rojas en la espalda.
Vení, acercate,
es preciso si querés escuchar tu nombre
siseando entre mis dientes
después de desperezarse en la punta de mi lengua.
Vení, caete conmigo.
Vení, que ya estoy en el piso
y me duele la panza de tanto reirme.
Vení que estoy llorando poemas
y te quieren comer.
Vení, de panza o de lado,
sobre mí,
conmigo,
adentro de mí.
Vení y movete conmigo.
Encontremos la posición.
El rincón justo.
El cruce de miradas,
la seriedad repentina.
Te invito.
Como a una fiesta.
Como a un ritual.
Vení que te abrazo.
Vení que te beso.
Vení que te envuelvo
con los pliegues
translúcidos de mi cuerpo.
Pero vení sincero, amor.
Vení honesto.
Que mi sombra me protege de las mentiras,
que mis pies corren antes
incluso de hacerlo consciente,
que me voy a terminar yendo de nuevo
sin saber por qué
hasta que un día una foto
un pedazo de canción
un fragmento de un libro
me develen el misterio.