Una por una repaso tus palabras.
Las nombro con mi boca
queriendo dibujar la tuya.
Quise desarmarlas,
examinarlas con detalle,
entenderlas
y catalogarlas en mis estantes.
En cambio terminé
sorprendida y ruborizada
ante la posibilidad del beso:
Mi boca imitando la tuya
bailando la melodía
de unas palabras idénticas
que en algún lugar
(al otro lado de este)
ya has encomendado a danzar.
Mi boca
la tuya
y movimientos espejados
y sincrónicos
que si recortáramos de la distancia
y los trajéramos a un mismo lugar
¿Acaso quedarían dudas
de la figura que juntas saben formar?
Reviso una vez más nuestras notas.
Entre todas las palabras
profundas
reflexivas
serias
y adultas
había dos bocas que sin ser vistas
siguieron desandando
el camino simple y liviano
de jugar.
Sonrío, mientras te repaso una vez más.
Por un instante el fuego
le guiñó un ojo a la ternura.