viernes, 30 de marzo de 2012

Eternidad






¿En qué momento de absurdos, comencé a perderme tus palabras, en vez de dejarme perder por ellas...?

La tarde está hermosa. ¿La ves desde donde estás? Por si no, te la describo: suculenta, esponjosa, semi-naranja, fresca, eterna. La siento casi adolescente, capaz de escarbar profundo en mi, con un solo parpadeo juvenil. Quizás por eso, aunque tentadora, no veo la hora de huir rápido y con zancadas gigantes. Antes de lanzarme a correr, sólo una pregunta le gana a mis reflejos: ¿En qué pensará mi poeta preferido? -Pienso- Y luego me recuerdo en tono de reproche, compungida pero radiante, lo mucho que temo saberlo.

Al espejo





Los dedos inquietos.
El alma en desboque.
Pulso a medias
y el espejo.
Meditar, repensar, sopesar.
Las manos
en pleno escándalo.
El mentón copiando formas.
La duda,
la unica certeza
Preguntas.
Yo; el espejo otra vez.
Un instante de nauseas
y la habitación blanca
haciéndose un circulo...
La voz,
por fin,
la voz.

viernes, 23 de marzo de 2012

Clima



Tempestad y mi barco de papel.
Frío.
Hielo en cubos,
acomodándose en los huesos.
Reveo mi guión,
ahora toca la distancia.
Actúo mi guión
y me sale tan bien,
que nadie excepto este otoño
sabe lo que sé.

Tempestad.
Hablo de algo más
que una tormenta.

Y mi barco de papel,
-hermoso él-
inquietándose en lo que queda del trago.

Releo,
ensayo,
plasmo.

Las seis,
el sol que aún no se ha ido
y libertad,
tiempo de adorarte.
Otra vez el pelo suelto,
los pies descalzos,
el pasto,
el aire fresco
abrigándome el entusiasmo.
Tu boca,
tu pelo,
tu altura entera
llenándome la piel...
Suena el teléfono:
tu voz, mi voz, la radio.
Mi barco de papel renace,
y es avión.

lunes, 19 de marzo de 2012

Lluvia




El agua,
en sonora imagen vertical,
recorta tu figura a lo lejos.
Estoy segura de que sos vos
y corro sin paraguas,
sin miedo.
El mar de golpe se ha vuelto dulce
y cae sobre mi,
con miles de peces de colores
cantándome tu nombre.
Te veo venir mientras corro a vos,
tengo las suelas
de las zapatillas gastadas,
pero en serio,
no tengo miedo a resbalarme.

Mi lluvia te ha traído.
Mía.
Y para siempre me guardo la imágen
de tu semirisa
asombrada de mi alegría.
Para siempre
los peces dorados
violetas
perlados
y la fragancia dulce
del calor
que adormece mi cintura entre tus manos.
Tu abrazo, por fin tu abrazo.
Y nuestras ropas empapadas
alcanzándolo todo:
movimiento,
voz,
luz,
piel,
asfalto y verdín,
amor, amor, amor.

sábado, 17 de marzo de 2012

Sahara


Recreo cada parte de tu cara cuando pronunciás una palabra.
La forma en que se mueve tu mandíbula,
la creatividad conque tus ojos se fijan en puntos
inexistentes.
Recreo la melodía de tu voz,
el incendio que se desata en la piel de tu frente
y la frescura, en contraposición, 
que irradia tu mentón.
Cada vez que te extraño,
recreo.
No añoro, no recuerdo.
Recreo.
Y así, 
otra vez estoy a tu lado, en tu mundo.
Otra vez tu aroma azul
intercepta mi incredulidad para deborarse el asombro
y otra vez, 
te digo mientras me decís,
te abrazo para que me beses mas,
me sostenés en un suspiro.
y qué injusto, que desconcertante,
que todo reviva de mentira
solo para creer que ya es verdad.

Cada vez que te extraño, recreo.
Es así como otra vez estás en esta habitación,
sentado,
parado,
acostado. 
Y reís y hablás y esperás.

En cada ocasión en que te extraño,
todo vuelve a empezar...
Entonces nunca te fuiste por esa puerta,
ni hubo distancia,
ni horas de vacío,
ni lágrimas.
No asombro,
no dolor.
Vos, yo,
un sol gigante...,
y el desierto.

viernes, 16 de marzo de 2012

Débil



¿Y si por una vez me elegís? Si por una vez me mirás y dejás que tus ojos sean ojos, sin polvillo de por medio, sin tics, sin velos. Si sólo po-r-es-ta-ve-z, y no lo contamos a nadie, me adorás de verdad: sin recuerdos, sin prejuicios, sin espectativas... Si por unos minutos inagotables de segundos, dejás de idealizarme, para saberme humana y, aún así, apetecible, querible, tocable. Si solo por esta vez, de verdad, me eligieras.
Mi poeta. Mi eterno poeta. Qué poco somos el uno para el otro. Siempre presentes; un siempre intermitente, incapaz de lograr forma ni tomar color definido; siempre ausentes, pecadores de la religión que nosotros mismos inventamos. Siempre. Nunca. Errados los dos, creyendo que lo tenemos superado. Acertados ambos, cuando el beso que no será, nos desnuda la risa.

Tranquilo, ya te he dicho antes y lo repito: no te amo. No podría. Mirarte es mirarme. Cada vez que veo el espejo devolviéndo mi imágen... En donde están mis mejillas, veo tus oyuelos. Donde mi risa, tu labio adormeciendo una palabra infinita. Donde mi sien, tu cabello ondulado cayendo rebelde y egoísta. Te veo. No te veo. Me miro. Pienso. Pienso que quizás en otra época... en otra vida. Quizás con las decisiones que no tomé. Quizás si siguiera fumando... O perdiéndome en la noche azul o gris, o negra. Tal vez si esa noche no me hubieras dejado ir. Tal vez, si en aquella tarde que la madre de las casualidades te trajo a mi, no te hubiera dejado atrás. Pienso. Medito. Caigo en la risa otra vez y es que, en realidad, todo está bien. Para qué más que esto. Para qué menos. Los dos volvemos a la vida de vez en cuando y eso es perfecto. Casi sin quererlo, nos sentamos a los pies de la cama del otro en cada siesta y miramos. Se de tu insomnio forzado y premeditado, así como vos presentís el miedo que oculto en los pliegues de mi blusa. Conocemos tanto los encantadores rebusques del otro, que la distancia no nos castiga con el tiempo, más que castigo es un premio. Pues con ese regalo, el reencuentro es más que completo.

Y sin embargo, he aquí la mujer hablando. La simple. La que sufre de histeria y ansiedad, la que cela, la que extraña, la que se culpa, la que pregunta. ¿Y si por una vez me elegís? Si por una vez nos olvidamos de todo. De las leyes, lo correcto, lo que se debe. Si por un día dijéramos todo y nos volviéramos uno.

Dibujo tu imagen en el aire con cada parpadeo cansado. Me duermo. Es tarde, es viernes. La luna en mi ventana me habla de poesía y cuentos. Me narra el silencio, una historia de de zapatos viejos y caminos polvorientos. Escribo, pero mientras escribo pienso en otra cosa. Pienso en el invierno. En cómo me gusta el frío y lo mucho que me duele la cabeza. Frases inconexas, imágenes que no debieran tener nada que ver una con la otra. Me vienen nombres a la memoria: Matías, René, Soledad, Juan, Ernesto, Blanca. ¿Los conozco? No creo. Por un instante recuerdo mi pregunta inicial y no obtengo motivo que la haya disparado. Pero ahí está. Latente. Inquieta. Rebotando de una neurona a la otra. Ruidosa. ¿Respuestas? No quiero respuestas. No quiero oír lo que vas a decir. Te prefiero poeta. Te prefiero lejano.
Mi pregunta fue solo una debilidad. Un segundo de competitividad insalubre y de saberme única, irrepetible, deseada, sin estar realmente segura de serlo.

All of Me

jueves, 15 de marzo de 2012