y con él, los ruidos habituales.
-Las hojas caídas quebrándose bajo las temidas suelas,
las gomas de los autos salpicando humedad,
los cierres de los abrigos subiéndose hasta el mentón,
el agua caliente revuelta por cucharas diminutas de metal.-
No vayas a pedir que no se me pegue la nostalgia.
Sabés lo que hace el otoño con mi adultez;
y no, tampoco puedo no hablar de la edad.
Y de escribir estocomo si fuera una carta,
pero con versos que no van a ninguna parte
aunque al mismo tiempo
sean capaces de revelarme,
de desnudarme la garganta (muda pero llena).
Abril, el frío, la duda de la lluvia.
Abril, los años, la duda de la muerte.
No vayas a marcharte buscando un Octubre
que todavía descansa lejano.
Vení y mientras habito este otoño
festejame los ojos, desabotoname la espera,
redoblame el tambor de esta batalla a medias,
recordame a la fuerza que estás cerca,
prendeme las velas de esta noche sin luna,
acercame a la herida que nos mantiene alertas,
saciame, sacame la sed,
amigame con la idea de tenerte,
confesame tus vergüenzas más oscuras,
seamos cómplices honestos
y también goce deliberado del cuerpo,
llorame, llorate,
abracemos juntos,
la idea de lo profundo.
Abril
y el volumen abrupto de los ruidos habituales,
llegando una vez más
para acomodarse.
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