Mi muy estimado:
¿Recordás la juventud? Y no es que no seamos jóvenes todavía. Es que las ocupaciones y preocupaciones no son las mimas. Dicen por ahí que Plutón acaba de entrar en Acuario y que todo está por cambiar, sin embargo, apenas son estos los primeros cincuenta años, el inicio. Dicen también que aunque no fuera por adivinación de la astrología, basta conque nos sentemos un rato a prestarle atención a nuestra respiración, como para que algo de adentro nos tome afuera y nos grite que la tormenta se avecina. Te juro, yo ya no temo a las tormentas, no cuando ya he visto tantas calmas después de ellas. Adoraría estar en medio de una, incluso autoprovocada, si acaso tuviera un sentido más allá de la crueldad.
¿Recordás los años aquellos? Cuando todo era un sinsentido, doloroso pero divertido. Cuando todo se resolvía con un poema nuevo, con una confesión oscura y perversa y con el cuerpo. Cuando el mayor de los problemas no podía ni comparársele a la necesidad de dar vida a las carcajadas. Cuando la casualidad estaba bien, porque para qué las convenciones del tiempo. Cuando coincidir era una maravilla de la que nisiquiera hablábamos, porque cuando por fin se daba el encuentro, primero-segundo-tercero: los besos. Después las manos, la desnudez y todo el cuerpo. ¿Quedaba acaso tiempo para más? No teníamos ganas de saberlo.
¿Sería tonto pensar que aun sin confesiones mundanas, sin haber cruzado tantas palabras (mas allá de las cientos escritas en las cartas perdidas), sin haber hablado nunca de los precios del mercado, los hijos, el dinero o los escritores de moda, podríamos ser de nuestros confidentes mas cercanos? Si puedo confiarte algo, me sería difícil demostrar que escribo poesía, si solo pudiera mostrar aquellas donde el deseo por tu nombre no aparezca. Sera que, como tantos antes de mi, creo que la poesía brilla más cuando brota culpa de un misterio, de un oro lejano, de un imaginario que aunque alcanzable, me trae una y otra vez la misma duda... ¿No ha sido el éxtasis más profundo y por tanto incomparable el haberte solo imaginado? No soy, cuando soy en vos, muy fan de lo real.
Dejame terminar esta carta invitándote a que escuches mi respiración muy cerca de tu oído. ¿Agitada? ¿Tibia? Dejame terminar... esta carta...
Amistosamente, D.