Yo a veces simplemente me rompo.
Se quiebra todo.
Me quiebro yo.
A veces, sin explicaciones aparentes, me rompo.
Algo se aquieta en mi y me aquieta.
Me quedo inmóvil ante la vida.
La veo sin verla. La abrazo sin goce, ni tristeza, ni enojo.
A veces, simplemente, dejo de ser.
No soy cuerpo, ni mente, ni pizca de mi.
De vez en cuando, sin previsión, me voy.
Me escapo de todo, pero principalmente de mi.
Aún aquí, aún con esto, aún así.
A veces me vuelvo ceniza, arena, motas de polvo.
No brillo, no sucedo.
En ocasiones esporádicas y poco memorables, pierdo.
Me pierdo también. Perdemos. Me rompo. Me doblo.
Por interminables minutos dejo de respirar,
olvido mi canción,
el poema de Becquer,
los ojos amados,
la sensación de calor,
el instinto para sobrevivir.
A veces, me rompo eternamente hasta que suena la campana.
No hay explicaciones, ni remedios caseros,
no hay plegaria, no hay manera de no volver.
A veces se termina todo, hasta que vuelva a ser.
Siempre, vuelvo a ser.
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