Del cielo al suelo
y del suelo a mi ventana.
De los vidrios manchados
a mis ojos,
de los ojos al alma.
Con frondosa humedad
recorren los huecos,
clavan las uñas y sus espadas.
Repiquetean saltarinas
las gotas que la tormeta regala
y sin culpa y con esmero,
apuñalan, hunden, calan.
Buscan reposo
en este alma cansada.
Atolondradas,
irrespetuosas,
sinceras como niñas
que apenas saben hilvanar palabra.
Caigo.
Victima de la melancolía
de una lluvia que
en otra edad me alegraba.
Tengo el cuerpo en el suelo,
los cabellos sueltos
y revueltos
entregados al agua.
Tengo las manos abiertas
y las piernas en posiciones extrañas.
Tengo miedo.
La oscuridad roba el espacio
y el sonido
no es más que lluvia
revolviendo el silencio.
Por un instante hay tos
y llanto y ahogo.
Un temblor, frío,
dolor.
Por un instante la muerte.
Luego, calor.
Una brazo se enrosaca en mis piernas
mientras otro se hace fuerte en mi espalda.
Mi cuerpo se eleva.
Mis cabellos se dispersan sobre un
hombro-hombre
y un pecho me lleva.
Salvación, gloria.
Del cielo al suelo,
del suelo a mi ventana,
de mi ventana a mi alma...
Luego tristeza,
luego miedo.
Y por fin tu abrazo
reestableciendo la calma.
¡Me gusto!. Gracias.
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