Acaricio suave las letras del teclado,
me tomo un instante para recordar.
Adivino fugaz, tu sonrisa inquieta.
Intuyo apenas, tus pupilas anhelando mas luz.
Vuelvo al teclado todavía conteniendo la respiración.
Vuelven los sonidos,
la noche peligrosa,
la respiración agitada,
la juventud traviesa,
las ansias de aventura.
Me dejo caer en el sillón,
tipeo sin ver,
suelto el aire después de tantos versos.
Por un momento al menos,
vuelvo a verte.
Insisto en no amarte y la sonrisa se asoma,
mientras mi cabeza baila la danza del no.
Miro por la ventana, vuelvo a respirar,
las pulsaciones retoman su ritmo habitual y
los músculos se relajan.
Recordarte es un ejercicio sano.
¿Quién hubiera podido adivinarlo?