Me gusta su voz cuando me arrulla.
Me gusta su voz,
cuando está acerca su boca de mi oído
y se hace indispensable para él, oirla.
Enamorada sí,
entera yo y de cada parte de él;
pero es su voz mi preferida.
Su gravura, su peso.
El que sea inconfundible y a la vez
se pierda entre tantas otras
solo para que yo la encuentre.
Me gusta su voz.
Me embelesa.
Me saca de mi galaxia,
me adormece en otros siglos.
Me muestra los colores
que solo ella ha conocido.
Me ilusiona. Emociona.
Esa voz que siempre fue suya
y que de a ratos es solo mía,
me gusta.
A tal punto la estimo,
que he de pasar el dia entero en silencio conmigo,
solo para que su entrada ya gloriosa
solo por el hecho de serlo,
tenga un condimento más de suspenso y acierto.
Me gusta su voz.
Me gusta porque le gusto.
Me gusta porque me busca.
Porque me acierta en el medio del
espíritu armado y listo para la batalla.
Porque su voz me cuenta historias
de amores que van mas allá del poema,
de la rima, del verso y el final de cuento.
Me gusta su voz,
él entero por su puesto,
pero su voz,
-siempre será su voz nombrando cosas
contando el dia
mencionando futuros-
la que desmadre mis manos,
la que apresure mi abrazo.
Mi risa.
Mis ojos.
Mi amor con peros y con fé.
Mi yo misma.
Ese yo entera que solo él ha tenido,
cuerdas vocales mediante.
Me gusta su voz porque le gusto.
Me gusta.